
Más que música
Mitad del festival y como Julio César, cruzamos el Rubicón. La buena vibra sigue
fluyendo creando amistades para toda una vida al bailar y gozar juntos, con el
intercambio de teléfonos y selfies correspondientes como certificado de la
hermandad surgida, y todo ello utilizando el lenguaje del corazón para romper las
barreras idiomáticas. Así es Rototom, así es la gente de Rototom.




Y este ambiente se traslada a los artistas. Por eso, cada noche volvemos a nuestra
habitación en el hotel pensando en lo fácil que es el ser humano cuando deja de
lado los egoísmos, cuando su mente no está envenenada por la ponzoña del odio
a los demás. Porque, al final, seamos del sitio que seamos, tengamos el color de
la piel que tengamos, todos proyectamos la misma sombra cuando sale el Sol.
Fraternidad, linda palabra que se refleja en cualquier momento como cuando un
hijo decide honrar la memoria de su padre (Kenyatta Hill & Culture), hablas con tus
canciones sobre la solidaridad (Baboom Prophecy), agradeces a tus amigos su
apoyo en tus locuras (Charlart 58 & Friends), recorres toda una vida cantando
(Antidoping), haces de tu hermano tu cómplice (Mellow Mood) o intentas divertir a
la gente con tu show (Shaggy). Hermandad, comprensión y solidaridad deberían
ser las proclamas de la nueva revolución social.





